viernes, 23 de mayo de 2014

El ensayista y la poetisa (II)




Séptima carta

Querida poetisa,

desde una gran admiración y respeto, he de decirte que algunas de tus creaciones suben la intensidad de una manera controlada. Nos proporcionas una experiencia peligrosamente densa y cargada de senderos arriesgados, pero lo haces hablando desde una situación que nos descontrola; sin embargo sabes expresarte como debe ser: desnudando esencias mediante un bello estilo. Tratas el tema íntimo y sensual de una manera admirablemente delicada. Sabes poner magistralmente en palabra el acto amoroso de “entregar-se” a la persona amada, con una plenitud absoluta. Gracias por mostrarnos estos caminos desde tu poética.

Se derrama sensualidad por entres tu palabras, cargadas de sugerencias implícitas.

Tras tu lectura... silencio.

Un admirado abrazo.

Séptima respuesta


Querido Ensayista,

Mil gracias por tu último comentario, en donde tu silencio final me halagó sobremanera. Si se escribe lo que se siente, es inevitable traer sensualidad. Tus hermosas y profundas cartas, respiran sabiduría y me hacen reflexionar.

Un agradecido y silencioso abrazo.



Octava carta


Querida Poetisa,

me resulta intrigante ir leyendo tus poemas e ir enlazando tus ideas con las mías, las cuales al parecer ya se conocían desde hace tiempo, y es que los grandes temas habitan en un “lugar” misterioso que no atiende a motivos personales.
Sigo con mi lectura y veo que también sabes “hablar” desde la intensidad dolorosa del alma. Te leí en un poema que encarna muy bien una idea que desarrollé hace tiempo en un ensayo, en donde hablé sobre la escritura como acto sincero, analizando cómo el creador desnuda su alma hasta mostrarse totalmente puro, ante los ojos del lector y tuve esa misma sensación al leer tus versos. El acto de la escritura se muestra como un complejo y auténtico proceso, en donde la relación surgida acaba completándose con la “co-rrespondencia” del lector, que en una recepción pura, se muestra inocentemente agradecido.

Escribes muy bien. No sé si eres consciente de la profundidad de tus versos. Me gustaría comentar cada verso con profundidad, es lo menos que se merece tu profundísima poesía, tan repleta de reflexión y de experiencia vivida.
Te seguiré leyendo.


Un abrazo.


Octava respuesta

Querido Ensayista,
los poemas se escriben con murmullos de alma y corazón, e inevitablemente se llevan retazos de nuestro ser más oculto. No creo que pudiera comentar sin pudor un silencio interior. Estuve pensando mucho acerca del silencio. Quise contarte que casi para cada emoción vivida o sentida existe un silencio, que a veces es más fuerte que la palabra y que por mucha poesía que existe, estoy convencida de que para expresar una caricia del alma no hay nada como un silencio.

Hoy, un silencioso abrazo.


Novena carta
Querida Poetisa,
El silencio es el "lugar" que todo lo contiene y todo lo esconde. ¿Qué dirías si te preguntan por el lugar que ocupa el silencio en la poesía? Piénsalo, porque que los poetas andáis muy cerca de él, de hecho, lo habitáis en su plenitud escondida...

Poetisa, un beso.


Novena respuesta
Querido Ensayista,
al final pensé tanto en esto del silencio que escucho cuando escribo... que escribí mi último poema… o sea, que tú me lo inspiraste. Es un verdadero placer leer tus comentarios.

Un beso.


Décima carta

Querida Poetisa,
encuentro en tus palabras un gran acercamiento poético al silencio. Sabes conjugar belleza y experiencia de una manera muy lograda. Es curioso cómo el silencio insinúa palabras y cómo las palabras nos acercan las cosas y eso, tú lo sabes bien.

Un beso amiga.


Décima respuesta


Querido Ensayista,
tus textos me inspiran y me hacen reflexionar. Gracias por ello. Es un honor para mí entreverte entre mis versos y sentir tu presencia silenciosa.

Un fuerte beso, mi querido Ensayista.


Continuará...

El ensayista y la poetisa (I)

A continuación se relata la desordenada correspondencia hallada recientemente, entre un desconocido ensayista y una minoritaria poetisa.

Cierta tarde de un frío invierno, un desconocido ensayista pasaba las horas rebuscando entre las estanterías de una vieja librería, cuando repentinamente tropezó con una pequeña edición de un misterioso poemario, escrito por una mujer. Abrumado y admirado por el contenido y la forma de los versos allí depositados, el ensayista adquirió el ejemplar e indagó acerca de la autora, iniciando finalmente una misteriosa correspondencia sobre lo allí descubierto…



Primera carta del ensayista (la fecha de esta correspondencia está aún por determinar)


Admirada poetisa,


perdona la intromisión, pero a veces la casualidad nos conduce a lugares que necesariamente teníamos que encontrar. Hace algunos días, mientras rebuscaba en el olvidado rincón de una vasta librería descubrí tu poesía y ojeando algunos versos, quedé deslumbrado por lo que allí se decía. Dulcemente, me adentré en tu poesía y me maravillé con tus versos.
Tus versos nos sitúan ante el contenido real de lo poetizado, a través de un juego de ausencias y presencias, digno de la más elevada atención. Si me permites, te iré leyendo y te seguiré escribiendo.
Si te apetece, te invito a que leas mis trabajos y me cuentes tus impresiones sobre lo que "ahí" sucede. Con la carta, te mando una selección de algunos de mis ensayos. Sinceramente ha sido un gran descubrimiento tu obra. Me gusta mucho tu manera de hacer poesía.

Te dejo un admirado saludo.


Primera respuesta de la poetisa

Admirado ensayista,


recibí tu generosa y elogiosa carta, quedando impresionada por el trasncurrir de los acontecimientos. No necesitas avisar, léeme siempre que quieras, serás bien recibido. Nada que perdonar, más bien agradecer... me has sacado una sonrisa, pues encontraste uno de los escasos ejemplares que aparecieron de mis Versos perdidos. Yo también te leeré y así podremos comentarnos al unísono. Gracias a ti, el descubrimiento ha sido recíproco.

Te mando un agradecido saludo.





Segunda carta

Admirada Poetisa,

¡cuánta intensidad hay en tus versos! Manejas de forma excelente los distintos modelos de narración poética. Juegas con la eternidad, en un espacio que sólo está al alcance de unos pocos elegidos.
En tus profundas palabras, cargadas de sentimiento, brilla una pasión por lo sublime, digna de la más alta admiración. Te felicito por haber alcanzado esa actitud. Gracias a tu generosidad expresiva, podré profundizar en los abismos más soterrados, que agitados debidamente por la desnudez de tu palabra, se nos ofrecen envueltos en un silencio desgarrador.

Un cordial saludo.




Segunda respuesta
Gracias queridísimo Ensayista,
tus palabras acarician y reconfortan, sólo voy aprendiendo a expresar lo que bulle dentro de mí. Tu sensibilidad es exquisita.

Un agradecido saludo.


Tercera carta


Apreciada Poetisa,

mi sensibilidad no es menor que la tuya. Dices mucho de ti con el recorrido que nos muestras. Nuestras lecturas nos conforman, nos determinan y desvelan nuestros intereses y deseos más íntimos. Incluso hay ausencias que nos dejan perdidos.

Esta vez, te mando un respetuoso abrazo.




Tercera respuesta

Delicado Ensayista,

aparecen sonrisas en mi cara mientras sigo tu rastro. Eres incansable y me encanta...
Como dices, hay ausencias que duelen. Una va escribiendo renglones y construyendo su pequeño universo personal. Vas desprendiendo versos y aprendiendo a vivir y ¡se puede vivir tanto! Gracias por tu entusiasmo y por quedarte. Gracias por llegar a todos los rincones.

Un fuerte abrazo para ti también.




Cuarta carta



Querida poetisa,

interesante sugerencia esa hacia la que apuntas en tus últimas palabras, desde el respetuoso silencio que guardas. Me encantan los rincones… no sé si será porque mi origen está en un rincón sin igual. Sigo mi recorrido y encuentro versos, que tanto muestran en su decir, como sugieren en su callar.

Un agradecido abrazo.



Cuarta respuesta

Querido Ensayista,

a mí también me encantan los rincones, especialmente si esconden palabras cargadas de plenitud. Gracias, nunca podré pagar esta deuda contigo.


Un sentido abrazo.




Quinta carta


Admirada Poetisa,

por favor, no me des las gracias. ¡¿Qué deuda?! No me debes nada. Yo sólo te mando lo que tus palabras me sugieren, en un intento por comprender “todo lo que (nos) sucede”.

Besos y abrazos.



Quinta respuesta

Delicado Ensayista,

es precisamente por eso que te lo agradezco, no hay mejor reconocimiento.

Un beso.



Sexta carta
Querida Poetisa,

sigo caminando por entre tus versos, el último poema que leí es una apertura maravillosa hacia el ámbito de lo todavía no vivido. Es curioso comprobar cómo los mismos intereses conducen a los mismos caminos.
Te dejo un pensamiento con el que comprenderás porque en esta ocasión no quiero decir nada más. “Si el hombre quiere volver a habitar alguna vez en la proximidad del ser, ha de aprender a existir prescindiendo de nombres.”

Un beso.


Sexta respuesta



Querido Ensayista,

me encanta tu interés, a la vez que me atrae misteriosamente. Hay inquietudes que son universales. Sigo tu rastro... el pensamiento es fantástico. Ahora soy yo la que guarda silencio y no encuentra palabras de agradecimiento.

Un anhelado beso.



Continuará…

El ensayista y la poetisa (III)


Undécima carta


Querida Poetisa,
con tus palabras nos diluyes para siempre… y mientras me diluyo, sigo escuchándote atentamente, pero y tú... ¿y tú?, ¿percibes el silencio?...

Un agradecido abrazo.


Undécima respuesta


Querido Ensayista,
claro que lo percibo, como te percibo a ti en tus comentarios. Una vez que has aprendido a percibir el silencio se convierte casi en un vicio…

Un agradecido abrazo.



Decimosegunda carta


Querida Poetisa,
tus últimas palabras me calaron muy hondamente. Escribes versos que encierran una carga inherente de apertura a un cierto modelo de plenitud, la cual se activa autónomamente desde los dos polos tradicionales implicados en una relación amorosa. Pides sensualidad, ejecutando el acto amoroso desde el descontrol impuesto por la carga sexual. Sin embargo, pides sensualidad ante esa llegada…
Tu presencia sigue creciendo en el silencio, cada vez que te leo en tu obra y en nuestra correspondencia.


Un sentido beso.


Decimosegunda respuesta


Querido Ensayista,
desgranas con acierto la intención de cada verso. Es un privilegio recibir tus comentarios.

Un beso.



Decimotercera carta


Querida Poetisa,
nos hacemos a nosotros mismos en cada una de nuestras acciones, las cuales se van sucediendo continuamente hacia un futuro que todavía no existe y que sin embargo vamos labrando personalmente. Me has hecho meditar con tu obra y me has entregado el motivo para nuevos ensayos, algo que nunca podré pagarte suficientemente. Cada vez con más fuerza los temas surgen por sí solos, en una inspiración motivada por tus versos.

Un beso.



Decimotercera respuesta


Querido Enyasista,
si te he hecho meditar un poquito no pago la deuda que tengo contigo; tú eres responsable de hacerme reflexionar cada vez que te leo. Gracias.
Un beso.


Decimocuarta carta


Querida Poetisa,
tristemente voy concluyendo tu maravilloso poemario y a cada página que resto, siento el final de una plenitud que me ha acompañado durante toda la lectura. Siento que tu presencia de desvanece por entre los silencios de tus palabras, unos silencios que perderán todo su significado y me devolverán a una vida ajena a tu universo.
Algunos de tus últimos poemas me parecieron sensualmente melancólicos, en un esfuerzo por indicar lugares plenos, que jamás podrán llegar a hacerse realidad. Dejas al lector en la espera. Muy buen recurso otra vez, en unos versos colmados de contenidos.
Y sin embargo, la melancolía parece tener un cierto aire poético encantador.
Por otro lado, hablas de un tipo de soledad que vacía de manera abismática. Sin embargo, la soledad elegida para la creación y la reflexión nos colma de manera plena, aunque es bueno saber narrar acerca de ambas.

Hoy te dejo un beso, cargado de melancolía.



Decimocuarta respuesta


Mi querido y fiel Ensayista,
¡¡me encantas!! Es un placer escribir para lectores como tú. Gracias por venir con todo el sentimiento. Tu forma de plantear y sugerir transporta y siempre hace reflexionar.
Lamento no poder corresponderte con lecturas como las tuyas.

Un enorme beso, cargado de agradecimiento.



Decimoquinta carta


Mi querida y agradecida Poetisa
no te preocupes por eso. Tus versos lo dicen todo y te dejan sin decir nada... Conforme te leo, aprendo de una manera nueva que escribir supone desnudar el alma y que leer supone acoger ese desnudamiento con un desnudamiento puro y similar, en donde ambas almas se entrecruzan en un evento maravilloso. La reciprocidad necesaria entre palabra y silencio se hace explícita en tu obra.
Armada de un valor admirable nos enseñas tu interior, en un esbozo maravilloso de tu explosión creadora. Ante semejante belleza, el lector no tiene otra opción que quedar envuelto en tu voz ante preciosas palabras, cargadas de sensualidad.
Me alegra mucho haber conocido tus letras y haber podido observar la manera en que te desnudas a través de ellas. Que la magia nos siga envolviendo en plenitud.
Se advierte fácilmente que tu perspectiva poética alumbra espacios por recorrer y experiencias secretas.

Un beso.



Decimoquinta respuesta


Querido Ensayista,
muchas gracias querido, adoro la forma que tienes de leerme. Eres extremadamente generoso conmigo.

Un sentido beso.




Continuará...

El ensayista y la poetisa (IV)


Decimosexta carta

Querida Poetisa,
últimamente estoy teniendo algunos problemas para avanzar en el último tramo de tu lectura. Circunstancias ajenas a tu obra me impiden concluir. Pero de las últimas páginas que leí, te he de decir lo siguiente: aquél que sabe de la insignificancia del nombre, sabe del valor de la experiencia de lo vivido y tú además, sabes expresar bellamente lo que vives y lo que piensas, con lo que consigues acariciar el alma de aquél que te lee sin presupuestos.
Se derrama tanta pasión por entre tus últimos versos, que la voz del lector "se entrecorta" en la acción de la lectura. Sexualidad, erotismo y sensualidad se vienen a la mente con ciertos poemas... ¡ah! y cómo no... el amor. Querida Poetisa, no sé si serás real o no, si esta obra es tarea de una mujer, de un hombre o de más de dos, pero el alma de este creador está llena de versos de todas las tonalidades, en un escorzo animal que nos acerca a su valentía, a la vez que se muestra cargado de una intimidad, hermosamente expresada. Pero aún restan algunos versos por esculpir…



Un inquietante abrazo.




Decimosexta respuesta

Querido Ensayista,

de alguna manera tendremos que solucionar tu duda y hacerte comprender la presencia real de mi persona en los versos que sigues desgranando. No dudes, soy yo, la de siempre, la que escribe los versos sobre los que tan bella y hondamente reflexionas.
Para escribir hay que ser valiente y exponerse absolutamente, tal y como detallas en algunos de tus trabajos acerca de la escritura. Lentamente, yo también te voy leyendo y descubriendo en tus profundos textos, los cuales atrapan mi interés pausadamente, en un ejercicio reflexivo que se torna en una calma quietud.

Un afectivo beso, ausente de sugerencias.




Decimoséptima carta


Querida Poetisa,
gracias por adentrarte en mi universo y por reafirmar tu existencia real. Mi alma retorna a su serenidad, aunque aún me pide alguna comprobación.
De alguna manera, ambos tratamos, querida poetisa, de lanzarnos con lo puesto al encuentro de lo deseado, en un intento imposible por alcanzar la lógica poética de la pasión más misteriosa de nuestra alma. Tus versos siguen apuntando hacia un espacio por definir, donde la significación se va deslizando dulce y sigilosamente, a través de una sugerencia cargada de preciosidades pasionales.
Respecto a mis ensayos, siento que vuelven a renacer y que apasionadamente se vuelven sobre tu significada lectura, en un escorzo que intenta alcanzar una plenitud de la que hace tiempo ya habían desistido.

Un profundo beso.




Decimoséptima respuesta


Querido Ensayista,
la imagen descrita en tu última carta, me llevó a sentir una cercanía abisal...

No sólo te expresas perfectamente, además buceas dulcemente por las palabras buscando el porqué de la creación poética y haces profundos análisis. Te diré que para mí, escribir poesía supone una liberación interior y como tú muy bien expresas en algunos de tus textos, desnudar a veces el alma. A pesar del pudor inicial, poetizar es para mí un acto semejante al de desprenderme de mi ropaje para mostrar toda mi verdad, en un intento por recuperar la virginidad inicial, en un intento por "re-aprender" "a existir prescindiendo de nombres."
Como siempre, tus apreciaciones se muestran sumamente interesantes, gracias por ello.

Un virginal beso, colmado de incocencia.




Decimoctava carta


Querida Poetisa,

transgredes la intimidad, entregándote en tus versos. Tus palabras arropan con decisión el origen de tu pasión. Es bonito negar conceptos para contar historias, como es hermoso olvidar los nombres para palpar las cosas... e incluso desprenderse de los ropajes para mostrar esencias... Nos conduces a lugares virginales, a través de un precioso sendero poético, que anota vestigios y enseña virtudes.
Finalmente, me excuso ante mi imposibilidad para hablar sin palabras y terminar desvirtuando lo que constituye la esencia de tu obra.

Un sincero beso, cargado de melancolía.


P.D.: Volví a repasar algunas de tus poesías ya leídas antes de alcanzar el final. Lentamente, nuestro distanciamiento va volviendo a su origen.



Decimoctava respuesta


Mi querido Ensayista,

tu eterno empeño por llegar a la esencia de mi obra me parece digno del más alto elogio. Me intriga misteriosmanente el hecho de que profundices en mis raíces. No sé porqué, quizás todo sea producto de la misma magia. Me gusta enigmáticamente todo lo que rodea a tus comentarios y me causa una nostalgia adelantada el hecho de pensar en la pérdida de nuestra relación. Muchas gracias por todo.

Hoy te mando un desnudo y esencial beso.




Decimonovena carta


Querida Poetisa,

hacía mucho tiempo que no percibía una obra de esta manera. Tus palabras nos lanzan hacia el interior de tus silencios, donde quedamos a merced de la significación más radical, en un ejercicio de escucha, que nos conduce irremisiblemente al silencio, a tu silencio y al silencio de las palabras. Creas una experiencia con tus versos, mientras tu valentía se atreve sinceramente con lo imposible.

Un beso.



Decimovoneva respuesta

Mi querido Ensayista,
como bien sabes por tus detallados análisis, lo insondable me atrae irremediablemente. Las profundidades encierran verdades y bellezas aún por determinar. Quiero seguir escuchándote...


Un abrazo.



Vigésima carta


Mi querida Poetisa,

aplaudo la manera que tienes de dar rienda suelta a la pasión en tus versos. Paseando por tus versos, tus palabras me cantaron y me impulsaron a silencios inolvidables. Las sugerentes transparencias de tus vestiduras armoniosas me dejaron entrever secretos más maravillosos. Yo también quiero seguir hablándote, pero sobre todo escuchándote a través de esta distancia callada, que cada vez se hace más enigmática...

Un respetuoso beso.




Vigésima respuesta


Mi querido Ensayista,

gracias por atender a mis transparencias y a mis deseos, respetando mis adentros. Adoro la delicada manera que tienes de leerme. Tus comentarios son perlas delicadas y maravillosas que me sumen en la reflexión de mi propia poesía, conduciéndome a rincones de mi alma, que ni tan siquiera sabía que existían.

Te mando un beso, envuelto en esencias...





Continuará...

El ensayista y la poetisa (V)


Vigésimoprimera carta


Mi queridísima y anhelada Poetisa,


me quedan apenas algunas páginas para abandonarte definitivamente. En el aparente desorden en el que se estructura tu obra, tan cargado al mismo tiempo del virginal orden desnudo de tu naturaleza poética -melodías, silencios, sinceridades y anhelos pausados...-, se dibuja un leve sentido que me hace pensar en la posibilidad de efectuar una reflexión de conjunto aún más profunda y detenida sobre el sentido de tu creación. Probablemente, algún día elabore esta reflexión y diga algunas cosas más sobre lo que acontece definitivamente en tu enigmático libro, donde constantemente se sugieren espacios insondables, imposibles de recorrer en estos momentos. He de reconocer que tus poemas no pueden conformarse con estos desordenados comentarios, vertidos desde esta correspondencia tan inusual y todavía tan marcadamente nueva.
Tu expresión es siempre tan generosa en su entrega y en tus silencios "deshilachados", que va presentando progresivamente, aún sin saberlo, la autenticidad de una palabra única, que debe ser meditada de “otra manera”.
Un delicado beso.


Vigésimoprimera respuesta


Mi queridísimo Ensayista,

desde hace algunas semanas, el transcurrir se me ha vuelto eterno, será porque anhelo recibir tus cartas, en una espera que se me hace imposible. Estoy envuelta en una angustiosa situación que no parece obedecer a una causa determinada. No sé si esta angustia viene motivada por el máximo interés que me despiertan tus cartas, al hablar sobre aspectos de mi escritura que ni yo misma conocía, o si la causa ha de ser buscada en un deseo inconsciente por acercarme a la persona que sostiene tus letras. Hasta ahora, consciente o inconscientemente, mayormente te he dejado hablar a ti, porque desde el principio me ha fascinado tu manera de leerme y recorrerme. Sentía tu correspondencia como un progresivo desnudamiento, en donde tan sólo tenía que dejarme observar. Sin embargo, siempre se ha tratado de un desnudamiento plenamente sensual y respetuoso, en donde la poesía y la reflexión han primado por encima del conjunto. Tu reflexión ha desnudado a mi poesía y mi poesía se ha dejado admirar por tus profundos ensayos, los cuales han avistado rincones inusitados en los que nunca había reparado. Ahora que voy sintiendo tu pérdida, voy entendiendo que quizá mi mayor temor – y en esto reconozco mi egoísmo- sea el de que desaparezcas y pierda así la posibilidad de conocer lugares recónditos de mi propia alma, a los que sin tu auxilio nunca podría arribar. Siento que mi carta de mayor extensión se deba a una egoísta petición, la de que me sigas descubriendo mis propios “espacios”…
Mientras me llegan tus nuevos envíos, me adentro en tus diversos ensayos y me fascino con tu manera de comprender y mostrar el mundo. Aprendo mucho con tus escritos y ello me ayuda a soportar la espera. Deseo que cada verso final de mi obra te entretenga lo suficiente, como para que esta correspondencia se extienda algunos días más.
Con lectores-maestros como tú da gusto entregarse.

Un delicado beso.



Vigésimosegunda carta


Mi queridísima y admirada Poetisa,

tu última carta no me causa sorpresa alguna, más bien una satisfacción que no acierto a describir. Desde mi juventud mi vocación ha sido la de profundizar en todo aquello que me ha provocado un interés especial, y obviamente éste ha sido el caso de tu poesía. No has de preocuparte por nada en absoluto. Mis análisis me brotan de una manera natural, ante cualquier objeto de profundo interés. En un principio te avasallé con mis cartas, porque necesitaba zambullirme en tu obra y en tus intenciones, para poder perderme libremente en tu esencia. Ahora comienzo a retomar el rumbo del impacto inicial que me supusieron tus versos y poco a poco voy narrando tus esencias. Finalmente, el desnudo de tu obra me parece magistral y una vez contemplado, he de recoger lo allí aprendido para continuar mi camino. No puedo extender esta correspondencia sin porqué, quizás si tuviera acceso a nuevos poemas tuyos o si tú quisieras comentar mis ensayos… aunque reconozco que esta última opción se hace dificultosa, ya que mi obra pasaría a ocupar el lugar de la tuya y entonces tú tendrías que despojarme de mis ropajes últimos para poder llegar a mi esencia. Tú contemplarías y yo me dejaría contemplar. Quizás hablamos de un intento demasiado peligroso…
Aún sin quererlo inicialmente, en múltiples ocasiones tus pensamientos meditan poéticamente sobre lo que mis palabras buscan a través de la reflexión y en ese suspiro incontrolable, podría hacerse accesible la posibilidad de un tímido acceso a tu comentario sobre mi obra.
Pero nuestro evento común ha de ser clausurado o abierto hacia otros caminos, ofreciéndole al mismo una nueva posibilidad más inicial. Siento ser tan críptico en esta ocasión, pero las palabras ya no me alcanzan a lo que nos queda por meditar. Por ello ante la incipiente finalización de mi lectura y ante lo que reconozco en tus palabras como una tímida petición, si te apetece deseo proponer un encuentro personal, que nos permita conversar acerca del asunto más crucial que nos traemos entre manos, la pregunta por la esencia a través de una poética y reflexiva intimidad, a través de una expresión en la que podamos hablar sin decir y comunicarnos a través del silencio. Por supuesto no hay obligación alguna. Si quieres, te espero en el lugar que te detallo, dispuesto como siempre, al diálogo silente sobre los abismos más profundos.

Un sentido abrazo.


Vigésimosegunda respuesta



Querido Ensayista,

sabes atender magistralmente a lo que susurran silenciosamente mis palabras, con una delicada actitud que capta plenamente la intención más íntima de mis impulsos poéticos. Gracias por descifrarme en tan múltiples sentidos y conducirme amorosamente a los recovecos más recónditos de mi alma. Me apetece intensamente provocar semejante evento y penetrar mi conciencia de lugares improbables, que nos permitan abrazar la reflexión poética de nuestras creaciones. Tú debes meditarme y yo debo poetizarte, para que finalmente lleguemos a un espacio conjunto de sentido, que hable por sí solo. Esta correspondencia no debe terminarse sin intentar completar nuestra enigmática “relación”, la cual no debe quedar huérfana de esa posibilidad. Acudiré a exponer mi pensamiento y a buscar un aprendizaje compartido. Hoy ya no he de decir más…
Un íntimo y sentido beso.
Continuará...

El ensayista y la poetisa (VI)





















(Tras el encuentro, del que no tenemos carta alguna y del que sólo podemos saber por entre los susurros que se escapan entre algunas de las últimas cartas, disponemos de la siguiente correspondencia…)



Vigésimotercera carta


Mi delicado Ensayista,
en esta ocasión me adelanto a tu próxima carta y seré yo la primera en hablar, para mostrarte mi agradecimiento y satisfacción porque nuestro encuentro se plasmase en un evento real. Adoré tu tenacidad de ir más allá, hasta conseguir sumergirme e impregnarme de la esencia de tus letras. Ralentizaste sensaciones hasta desmenuzarlas plenamente, descifrando el instante creador de mi poesía con la profundidad abismática de tu pensamiento. Hasta esa dichosa tarde, nunca había logrado fundirme en una unión tan trascendental. Gracias por tu lectura, por nuestra experiencia y por ti.


Te dejo un íntimo beso.




Vigésimotercera respuesta


Mi apasionada Poetisa,
¡¡vaya ritual! tus intenciones desprenden una pasión que se manifiesta complacientemente en tus palabras. Nuestra experiencia compartida contuvo una experiencia total acerca de “algo” nuevo que nos pudo redefinir. Te situaste en un punto de contemplación donde todo quedó elaborado, a la espera del acontecer del deseo. Te adentraste en mi tiempo personal, retorciendo las posibilidades del instante, hasta penetrar en la contemplación y alcanzar el éxtasis más radical. Y al final decidida, desencadenaste valientemente, como no podía de ser de otra manera, tu intención más decisiva. Nuevamente, te atreviste con abismos imposibles y me ayudaste a comprender. Gracias por despojarme de lo innecesario y conducirme hacia lo esencial. Dibujamos una estructura mística que inevitablemente tuvo que terminar en fusión…
Tus silencios finales fueron bien merecidos.

Un íntimo beso.


Continuará...

El ensayista y la poetisa (VII)



Vigésimocuarta carta


Mi delicada Poetisa

con tu poesía, me hiciste retomar la hermosa belleza de la melancolía y me dejaste una caricia en el alma y una preciosa expresión. Finalmente, en la madrugada de ayer conseguí concluir la lectura de tus poesías y ya sé, que nunca te podré olvidar.


Un infinito beso.




Vigésimocuarta respuesta


Mi apasionado Ensayista,

he de reconocer que inevitablemente me entristece sumamente el mensaje de tu última carta. Parece que fue ayer y el camino ya finalizó. ¡Te has leído mi obra entera!, tendré que darte un premio a la excelencia lectora y a tu magisterio en la distancia, una distancia que feliz y finalmente pudimos concretar en la intimidad. ¡Gracias de todo corazón!, un corazón que probablemente a estas alturas conozcas como pocas personas. Como bien narras en tus ensayos, escribir supone un acto de desnudamiento del alma, que tú, pausada y calladamente, has sabido contemplar magistralmente en mi escritura. Como me enseñaste en nuestro encuentro personal, toda mi figura reside casi en su totalidad en la mesura caótica de mis versos.

Un inefable beso.




Vigésimoquinta y última carta



Mi inolvidable y siempre deseada Poetisa,

Gracias por todo a ti también. Esta experiencia única me ha hecho reconocerme en múltiples sentidos que ni yo mismo conocía. Quizás el no cruzar ciertas barreras, sea la mejor opción para poder mantener la tensión con lo misterioso. Tú tampoco te quedas atrás en tus lecturas y en tu expresión. Has recuperado varios de mis trabajos más antiguos y me has hecho renacer nuevamente. También te doy las gracias por todo ello. Espero que algún día seas tú quien retomes esta correspondencia, para mostrarme todo lo que hallaste en mis ensayos.
A propósito de nuestro breve pero significativo diálogo sobre la esencia, me despido con una osada pregunta: “¿Qué queda cuando nos desnudamos de palabras y silencios?

Un íntimo y no definitivo beso.




Vigésimoquinta y última respuesta



Mi amado y deseado Ensayista,

hemos aprendido mucho de esta rica experiencia, pero quizás tengas razón en aquello que me contaste en nuestra intimidad y probablemente la plenitud que se alcanza en un instante, no debería intentar ser repetida en una nueva ocasión. No sé… últimamente pienso mucho en ello. Poco a poco voy avanzando en la lectura de tus textos y sigue sorprendiéndome la cantidad de matices que aparecen a cada momento. La realidad se muestra tan rica ante tu mirada, que como digo necesitaré algún tiempo para poder asumir definitivamente tus pensamientos y quizás emprender una nueva correspondencia, donde sea yo la que hable sobre tu cración. Hasta entonces respondo a tu última pregunta con otra nueva pregunta, que quizás nos pueda ofrecer una nueva apertura hacia posibilidades desconocidas de diálogo: ¿esencia o un deseo eterno?

Un íntimo y eterno beso, cargado de anhelos futuros...





FIN...

El definito encuentro entre el Ensayista y la Poetisa (Correspondencia VIII)


Mi querido Ensayista,
tras varios meses desde nuestro último encuentro, tu recuerdo no me ha abandonado y por ello ahora vuelvo a buscarte. Esta vez seré clara y sincera desde el principio y por ello comienzo ofreciéndome tal cual…
Hace ya mucho tiempo que no sé de tu existencia. Tras varios meses de profunda meditación, me he visto forzada a intentar reanudar nuestra relación.
He estado leyendo tus textos y he quedado profundamente sorprendida por la profundidad de tus pensamientos. He desnudado mi alma de prejuicios y me he bañado en tu obra, gozando una experiencia que aún desconocía.
Sin temor a equivocarme, podría decir que no sólo fuiste mi lector más fiel sino el que jamás haya profundizado más en mi creación, lo cual me halaga y además me estimula sobremanera.
La admiración se ha hecho recíproca. Siempre he vuelto a ti cuando me he visto perdida y siempre me he sentido iluminada. Ahora, más que nunca, desearía poder compartir algún nuevo instante contigo, pero en esta ocasión me encantaría que fuera de modo íntimo. El sentimiento que se ha despertado en mí brota con la fuerza de lo insondable, y ahora sé que nuestro anterior encuentro me unió para siempre a ti y que no debí haberte dejado marchar.
Besos.
P.D.: Inquieta, espero tu respuesta...

Mi querida Poetisa,
quedé gratamente sorprendido al recibir una nueva carta tuya, después de tantos meses. Al leerte nuevamente me he dejado acariciar por tus apasionadas palabras y he vuelto a admirar tu valentía. Hace tanto que pienso en ti y he pensado tantas veces en nuestro encuentro… sin embargo, finalmente has sido tú la que te has atrevido a dar este paso.
Como ya te dije alguna vez, tu capacidad poética sólo está al alcance de unos pocos afortunados. Como bien sabes, tus versos provocan un despertar pasional, a través de un tacto cargado de deseo. A mí también me encantaría compartir ese instante al que aludes finalmente, ese instante que ya compartimos una vez y que hoy sólo queda como un recuerdo lejano...
Un beso.
Indudablemente, continuará...

El ensayista y la poetisa (IX)



Mi querido Ensayista,

no sólo continuas expresándote perfectamente y haciendo profundos análisis, sino que buceas por las palabras buscando el porqué...
Como bien sabes, para mí escribir poesía supone una liberación interior y como tú muy bien expresas en algunos de tus textos, desnudar -a veces- el alma de una manera absoluta.

Tus apreciaciones siempre son interesantes.

Gracias por todo ello.
Esta vez me encantaría que nos viéramos antes de decirnos miles de palabras envueltas en sugerencias infinitas... Por ello pienso que quizá deberíamos explicitar nuestros silencios más ocultos, como sucedió aquella vez…

Besos y más besos.

P.D.: Por favor, no tardes en responder a mi petición. Esta vez la paciencia no está albergada en mi alma.



Mi amada Poetisa,

estaré encantado de volver a reencontrarme contigo, aunque esta vez pondré una condición… en esta ocasión debemos lanzarnos al encuentro de lo deseado, “re-creando” un intento imposible por alcanzar nuestra lógica poética de la pasión, debemos buscar sin prejuicios el anhelo misterioso de nuestras almas. Como siempre, espero que tus versos sigan apuntando hacia ese espacio por definir, donde la significación se desliza dulce y sigilosamente, a través de nuestra sugerencia cargada de preciosidades pasionales. No sé si me supe explicar con claridad, pero en cualquier caso siempre te puedo indicar mis significaciones a través de “otros” lenguajes…
Te dejo una profunda caricia, mientras sigues esculpiendo versos imposibles, desde esa poesía, cargada de intimidad, que tan hermosamente sabes expresar.

Besos.


Mi querido y deseado Ensayista,
Sabes que siempre me arrancas una sonrisa, eres muy generoso conmigo. Estoy deseando verte. Podríamos vernos mañana al atardecer, en el mismo lugar que aquella vez…
Allí te esperaré, dispuesta al encuentro más sincero.


Te esperaré...

El ensayista y la poetisa (X)


La correspondencia que a continuación se expone, en la cual se vislumbran íntimos detalles del anunciado encuentro, es la única carta que poseemos sobre ese dichoso momento.


Mi querida Poetisa,

nuestro enlace del otro día ha dejado un estigma inolvidable en mi persona. Me encantó verte llegar con la luz del sol y perderme contigo en la oscuridad de la noche. Jamás hubiera podido imaginar que un nuevo enlace contigo, me haría descubrir el origen pasional desde el que brota la naturaleza misma.
Tu admirable valor hizo que me entregase a todas las formas propuestas por tu deseo pasional. Desde esta entrega admiré tu manera de desgarrar tu vestimenta y mostrarme tu interior, en un esbozo maravilloso de explosión creadora. Me sentí dichoso de poder contemplar la omnipotencia abarcante de tu persona, me sentí dichoso de ser el espectador privilegiado de tu acción más intima. Ante la belleza de tu quehacer, quedé envuelto en un silencio que todavía sostiene mi respiración.
Preciosa Poetisa, ahora como nunca, sé que estás cargada de una desbordante sensualidad y de un maravilloso erotismo, digno de la contemplación más elevada.
Creo que ha llegado el momento de avanzar decididamente hacia la intimidad. A partir de este momento, tal y como hice repetidas veces la otra noche, déjame llamarte por tu nombre… Lucía…

Besos.

P.D.: El destino está finalizando está partida y nos está enfrentando con toda su voluptuosidad. Ahora soy yo quien necesita de tu presencia y de toda la expresión de tu amor.



Mi queridísimo Ensayista,

yo todavía no me atrevo a llamarte por tu nombre, el cual sólo fui capaz de pronunciar el otro día, en el instante explosivo en donde desembocó mi esencia. Ahora he entrado en un inquietante estado de intranquilidad, donde me siento perdida ante tu pensamiento.
Ayer no pude dormir en toda la noche, pensando en nosotros. En la distancia volví a pasar la noche contigo, aunque tu presencia se redujese esta vez a la cercanía inmediata de tu obra. Esta vez pasé la noche leyéndote y sintiendo tu pensamiento. Tras una cena ligera y un sereno baño caliente, empecé a pensar en tu obra y ni tan siquiera pude conciliar el sueño. La gravedad de tu reflexión me hizo desnudarme totalmente ante tu obra, buscando reordenar algunos pensamientos. Con el amanecer caí rendida frente a tus textos, esbozando una postura que no sé reproducir.
Sinceramente adoro la forma que tienes de escribir, como adoro la forma que tienes de leerme. He de resolver unos detalles y te puedo asegurar que en unos días te escribiré.

Mientras tanto, te dejo un beso cargado de profundidad.

El ensayista y la poetisa (XI)

Querida y deseada Lucía,
estoy un poco perdido y no sé muy bien por qué, pero últimamente me cuesta mucho escribir. Me siento algo bloqueado. Por ello, ahora me estoy volcando en el ámbito de la lectura. Estoy releyendo nuevamente tus poemas y mis antiguos comentarios, y no puedo evitar sentir la necesidad de entablar un diálogo contigo que nos ofrezca una mayor claridad al respecto. Mis últimas lecturas están centradas en el amor y cada día anoto distintos apuntes que me gustaría comentásemos. En estos momentos desbordados por tu presencia imaginada, me refugio en la lectura y no puedo detener mi acción. Ahora me hallo envuelto en la relectura sugerente del Decameron...
Besos.

Querido Tristán,
se me hace algo extraño llamarte por tu nombre, aunque no puedo dejar de reconocer que me atrae misteriosamente el hacerlo. El otro día leí tus reflexiones sobre el amor y al unir los planteamientos allí depositados con lo dicho en tu última carta, me he quedado sumida en una inexplicable inquietud. Deberíamos vernos nuevamente para aclarar algunos asuntos y restablecer nuestro contacto. Propongo vernos mañana a la hora y en el lugar de siempre; allí te esperaré…
Besos.

El ensayista y la poetisa (XII)



Tras la cita encontramos la siguiente correspondencia, la cual nos narra algunos aspectos del mencionado encuentro...



Querida Lucía,

me encanta llamarte por tu nombre y más aún cuando estoy cerca de ti. Acudí a la cita envuelto en terror. Por tus últimas cartas no sabía qué iba a encontrar. La cercanía creciente con tu intimidad me nubla la capacidad para entender tus textos, pero tal y como intuí el destino me tenía reservado un lugar abisal. Pronto decidimos sobre nuestra acción y nos rendimos a su deseo. Tu persona sigue tan cargada de poesía y belleza como siempre.
Tu inmensa perspectiva poética me ha alumbrado espacios por recorrer, cargados de experiencias secretas, que me encantaría seguir desvelando por el resto de la eternidad. Es tan importante no ser infiel a uno mismo, que todo nos va en ello. No puedo ocultarte que hasta ahora siempre había pensado que la infidelidad era un asunto interesante, sumamente cargado de perspectivas inusitadas. En esa danza, el cuerpo lo dice todo y te deja sin decir nada… basta con obedecer. Pero ahora... estás tú.

Un beso.


Mi querido Tristán,

gracias a ti por tu dedicación y por tus maneras. Tú me regalaste una maravillosa posibilidad y la sugerencia de alguna composición, yo sólo aporté un puñado de versos y la manera en que una se "vierte" cuando se entrega hasta confundirse con el universo. El mérito es todo tuyo, yo sólo tuve que entregarme y dejarme llevar. Me pareció un juego seriamente interesante, que obviamente tendremos que repetir… quizás dutante "el resto de la eternidad".

Tuya, te mando un racimo de besos.

Los amantes... mis amantes (XIII)

P.D.: Aprovecho este "lugar" para agradecer a los grandes creadores la manera en la que embellecen este mundo. Gracias Julio, gracias Nicoletta, gracias...

El ensayista y la poetisa (XIV)


Mi querida Lucía,

se derrama tanta pasión por entre tus actos, como los que se perciben por entre tus versos. Por ello es fácil que la voz del lector "se entrecorte" en la acción de tu lectura, como se entrecorta mi voz en la acción de tu amor. Tu alma está llena de versos de todas las tonalidades...
Besos íntimos y profundos.


Mi querido y deseado Tristán,
Qué hermosas me parecen tus palabras. ¡¡Me encantas!! Es un placer escribir para lectores que sientan como tú, como es un placer amar para amantes que amen como tú. Gracias por envolverme con todo tu sentimiento, tu obra y tu persona.

Besos íntimos y profundos.

El ensayista y la poetisa (XV)



Mi querida Lucía,


aquél que sabe de la insignificancia del nombre, sabe del valor de la experiencia de lo vivido...
y tú además sabes expresar bellamente con palabras lo que vives y lo que piensas, con lo que consigues acariciar el alma de aquél que te lee y en mí caso, de aquél que te ama apasionadamente.

Te dejo una caricia.


Mi querido Tristán,

al final se trata de seguir escuchando ese rumor interior (silencio) que tan hipnotizado nos tiene…

Un beso completo.

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Mi querida Lucía,

los silencios encierran una carga inherente de apertura a un cierto modelo de plenitud, que se activa desde los dos polos tradicionalmente implicados en una relación amorosa. Pides sensualidad, que ejecutas hermosamente en el acto amoroso, desde el descontrol impuesto por la carga sexual. Sin embargo, nunca dejas de reclamar sensualidad ante esa llegada…

Una nueva caricia.



Mi querido Tristán,

desgranas con acierto la intención de cada verso y cada gesto. Es un privilegio recibir tus comentarios… y tus caricias…

Te devuelvo la caricia, ofreciéndome ante ti.

El ensayista y la poetisa (XVI)

Muchos sois los que me habéis preguntado por Lucia, por Tristán, por la continuación de esta correspondencia, de esta relación...
Sólo puedo mostraros la última carta que ha llegado a mis manos. Este intercambio epistolar no tiene continuación, no sé si se habrán perdido las cartas o si en algún momento dejaron de escribir, en busca de otro lenguaje, de un contacto más íntimo y personal.
Os dejo con el último rastro escrito... comprometido con la promesa de haceros llegar nuevas cartas, en el supuesto de que éstas aparecieran algún día...






Mi querida Lucía,
nuevamente encuentro en tus palabras un gran acercamiento poético a tu ser, a tu silencio, a nuestra intimidad. Sabes conjugar belleza y experiencia de una manera muy lograda. Es curioso ver cómo el silencio insinúa palabras y cómo las palabras nos acercan a las cosas. Tú lo sabes bien…
Recojo tu ofrecimiento
y te cito en el día de mañana para ello. Besos.
Tu Tristán.



Mi amado Tristán,
creo que ha llegado el momento en donde nuestra relación se ha hecho unidad. Nos encontramos en ese complejo instante, donde debemos decidir… donde debemos ser valientes…
Los espacios donde se aposenta el alma, son tan pocos, amado mío, que si somos capaces de intuirlos el pensamiento se encargará de llenarlos de eternidad.

Un beso,
que corre hacia tí con el ansia propia de un nuevo -y quizás definitivo- encuentro.
tu amada.



Amada mía,
brindo contigo por ese maravilloso "lugar" hacia el que apuntas y por su infinita perdurabilidad, aunque efectivamente todavía tengamos que cumplir su totalidad; que quizás mañana podríamos encontrar...
Hoy te dejo un beso y el deseo absoluto y decidido de nuestra unidad.

Un beso amada mía,
tu amado.
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P.D.: Siento la inevitable y necesaria indefinición, pero todo queda en vuestras manos, en vuestra lectura, en la intención del espectador...